lunes, 29 de septiembre de 2014

Sobre Contar el juego, de Ariel Scher



“El agua: no la del río de torrente mínimo que mojó la geografía de su infancia en Mendoza; no la del Río de la Plata que anda cerca del estadio de su River querido, donde muchas tardes confirmó que de fútbol somos mientras gritaba un gol”. Así empieza y luego crece uno de los párrafos más memorables de Contar el juego. Literatura y deporte en la Argentina (Capital Intelectual), el nuevo libro de Ariel Scher. No es casual la elección de las palabras sobre el agua. Son parte del capítulo que el autor dedica a Rodolfo Braceli, uno de los más brillantes en un libro brillante.
          En Contar el juego, Scher cuenta la vida de nueve escritores en virtud de sus relaciones, en vida y en obra, con diferentes deportes. Así, Julio Cortázar y el boxeo, Adolfo Bioy Casares y el tenis, o Roberto Fontanarrosa y el fútbol pueden ser modos de acercar artes como la de la pelota y la de la pluma. El capítulo sobre Haroldo Conti, otro de los logradísimos pasajes del libro, es una muestra de las capacidades de observación y de narración que puede permitirse Scher. Y lo hace parecer tan fácil que uno intuye que debe ser dificilísimo lograr un texto así.
El libro de Scher es y no es un libro periodístico. Lo es en el mejor sentido de esa práctica, en la costura, en el armado. Se deja ver el detalle con que se han buscado ciertos datos, el hallazgo de referencias no accesibles para cualquiera. Así, el libro no solo ordena y reconstruye los vínculos más visibles entre los escritores y el juego, sino que indaga en aquellos puentes más olvidados o ignorados. A veces, se trata de una línea en un párrafo. A veces, una palabra suelta en una inmensa novela. La búsqueda está realizada con rigor pero sin rigideces. Porque si hay algo que se respira en el libro es la libertad. La libertad para buscar siempre el camino más bello posible para la narración. Es entonces que Contar el juego se aleja del periodismo. Allí donde ese oficio es una molestia, en el bordado, en la terminación de las filigranas, el de Scher es el libro de un escritor. Es literatura. Por eso, el autor no se cree más importante que las historias que cuenta, no juzga nunca a sus personajes, y el cómo le interesa tanto como el qué. Las metáforas no son nunca forzadas, las palabras están elegidas con precisión y elegancia, y como resultado se genera un círculo virtuoso. Los adjetivos son siempre los necesarios. Scher ha escrito un libro bello, en el que algunas claves de lectura están escondidas. En los agradecimientos, por ejemplo, hay una frase que define parte del espíritu de la obra, y que es al mismo tiempo una muestra de los recursos a los que puede acudir un escritor. Allí, Scher escribe: A Alejandro Horacio Gómez, con quien leímos muchos goles y festejamos muchos libros. En esas mismas páginas finales se puede percibir el espíritu y la ideología que sustentan la obra. En los agradecimientos se trasluce que el autor entiende a la actividad como una práctica colectiva. Aunque firmado por una persona que tiene nombre y tiene apellido, el trabajo del libro tiene una historia, una herencia, y es entre muchos y abrazados.
Hasta la elección del título resulta grata. La palabra juego dice tanto por sí misma que no hace falta agregar demasiado. La clave, sin embargo, está en la elección de la palabra contar. Que el título comience con un verbo en infinitivo revela la búsqueda de la obra toda. En ese verbo sin tiempo se deja ver que el libro es al mismo tiempo un deber, una posibilidad, y un deseo.
Scher es un autor sensible e inteligente, que sabe manejar los tiempos del relato y sabe acercarse a sus personajes sin llegar a atosigarlos. Más bien, los lleva con el brazo en un hombro, los acompaña, y los escucha. En ese punto, en la escucha atenta y cariñosa, es donde el autor encuentra su voz propia. El acto se completa con su capacidad como lector, que es tan evidente en él como poco frecuente en otros autores de libros sobre deporte. En las lecturas de Scher descansa parte de su profundo saber sobre el juego, y sobre la literatura.

En tiempos a veces mezquinos, Ariel Scher ha tenido un acto de gran generosidad. Ha escrito un hermoso libro. Ante ese gesto, a los lectores solo queda disfrutar, y agradecer.

martes, 23 de septiembre de 2014

El dibujo de un bosque

Yo veía nuestra situación como la de quien quisiera penetrar en el dibujo de un bosque sobre el cual se ha hecho el dibujo de otro bosque, y a mayor altura, pero ligado al primero, el dibujo de un tercer bosque confundido con un cuarto bosque. 

Antonio Di Benedetto 
Zama